Descripción
Lote formado por los dos más hermosos Dioscórides que pertenecieron al Cardenal Fabio Chigi, después Papa Alejandro VII (1655-1667), ambos originales conservados en la Biblioteca Apostólica Vaticana.
Dioscórides Latino, siglo XII, manuscrito signatura Vat. Chigi F. VII. 158
Dioscórides Greco-Latino, siglo XV, manuscrito signatura Vat. Chigi F. VII. 159
Ediciones facsimilares íntegras y fieles realizadas conjuntamente por la BAV y la editorial Testimonio en 1999 y 2003, limitadas a 900 ejemplares numerados y certificados. Encuadernaciones en piel roja con dorados, lomo nervios, cinta guía, con 2 cierres de piel y broche dorados. Libros estudio complementarios encuadernados en tapa dura tela seda ilustrada y realizados por Miguel Ángel González Manjarrés y María Cruz Herrero Ingelmo, Profesores del Departamento de Filología Clásica de la Universidad de Valladolid.
Dioscórides Latino, un herbario ilustrado sin texto. ISBN 9788495767424. 220 páginas profusamente ilustradas. Libro estudio formato 23 x 32 cm. 620 páginas.
Dioscórides Greco-Latino (Dioscurides graeco-latinus). ISBN 9788488829733. 496 páginas profusamente ilustradas. Libro estudio formato 22 x 30,5 cm. 424 páginas.
DIOSCÓRIDES LATINO:
Este extraordinario códice procede de la rica biblioteca personal del cardenal Fabio Chigi quien, cuando fue elegido Papa, tomó el nombre de Alejandro VII (1655-1667), y se conserva en la actualidad en la Biblioteca Apostólica Vaticana (Chig. F.VII.159). Contiene un dioscórides, es decir, el tratado básico de farmacopea de obligada consulta en todo el mundo griego, latino y árabe desde el siglo II hasta la Edad Moderna.
Toma su nombre de Pedacio Dioscórides Anazarbeo, un médico griego al servicio de Roma y sus legiones. En su “De materia medica” –título de su obra– recogió 600 plantas, 90 minerales y 30 productos procedentes de animales, de cada una de las cuales reproduce un dibujo, indicando sus virtudes terapéuticas. El códice vaticano está formado por 100 folios en pergamino, al que se añadió en el siglo XVI, estando ya en Italia, diez folios en papel con el índice alfabético de todos los “simplices” medicinales reproducidos. Este manuscrito fue concebido desde el principio sólo con ilustraciones, sin la adición de un texto explicativo.
Fue compuesto, siguiendo el orden alfabético, a mediados del siglo XII en el monasterio de San Juan Bautista de Constantinopla, y teniendo por modelo un famoso dioscórides, hoy en Viena, que había sido donado el año 512 a Juliana Anicia, hija del emperador Anicio Olibira y de Placidia, hija de Valentiniano III. Un conocido clérigo –monje o higumenos– del monasterio de San Demetrio, llamado Isidoro Ruthenus, fue el encargado de poner en letra muy pequeña en la parte superior del folio el nombre griego de la planta. Cinco manos posteriores –dos griegas y tres latinas, éstas cuando el códice estuvo en Italia– fueron añadiendo los nombres que reciben las distintas plantas en griego, latín e incluso en lenguas romances.
La mayor parte de los folios se dedica a la representación de las plantas, y algunos menos al mundo animal (reptiles, insectos, aves, etc.). La calidad de los dibujos y propiedad del color empleado en las ilustraciones es de tal calidad –cosa que no ocurre en otros dioscórides– que ha sido calificada por los botánicos como una obra de arte de la farmacopea y botánica antigua y medieval.
DIOSCÓRIDES GRECO-LATINO:
Este bello códice está ricamente ilustrado con imágenes de hierbas, árboles, cuadrúpedos, aves, anfibios e insectos y versa sobre materia médica del médico y naturalista de la lengua griega Dioscórides-Pedanio, nacido en el siglo I después de Cristo en Anazarba en Asia Menor, y activo como médico militar bajo los emperadores Claudio y Nerón. Es la máxima obra de medicina simple. Es el máximo tratado de farmacopea medieval. Va recordando en términos simples cuál era el uso corriente de las hierbas medicinales, siendo una abreviatura de la locución latina “medicamentum simplex” que era el caldo de la técnica griega. Este término, como explicaba Galeno, estaba indicado “id quod secundum naturam sincerum est” o sea, un medicamento al estilo natural o puro en oposición a “medicamentum compositum”, o sea, un preparado resultante de la unión de diversas sustancias.
Hasta la Edad Moderna, antes de afirmarse la hiatroquímica, entre el siglo XVI y XVII (que traerá una sustancia no vegetal, sobre todo más de los minerales y metales), la medicina empleaba como fármacos especies para suministrar por boca, toda una serie de sustancias derivadas de las raíces, de los bulbos, de las cortezas, de las resinas, de las yemas, de las hojas, de las flores, de la floración de los frutos, de las semillas, de una cantidad por nosotros imprevisible de árboles, arbustos, plantas, hierbas y vegetales en general, de una cuidadosa y precisa recogida de los “simples” derivaba por tanto a un buen éxito terapéutico de la actividad de los médicos y farmacéuticos. O sea, usa la importancia de recoger en un herbario, que mostrase en figura y explicase en leyenda, características morfológicas y su correspondiente propiedad terapéutica y orgánica de los vegetales para recoger.
De aquí la grandeza de la empresa de Dioscórides, que entiende el reunir y sistematizar cuanto la práctica empírica y medicina popular sabía alrededor de las plantas y su propio empleo. Con tal fin, consiguió un herbario enciclopédico (con notas también de alimentos, bálsamos y productos cosméticos sobre varios animales, especies venenosas y sus relativos entornos) que junto a los dibujos en color de cada hierba, raíz, plantas medicinales, hasta entonces conocidas (cerca de 600) reunió en capítulos que eran útiles de conocer, o sea, con uno y más nombres con los que venían nombrados, sus propias características y propiedades y su empleo con sus virtudes curativas. Por extensión y competencia de tradición, tanto botánica como médica, fue el ejemplo y el modelo de los herbarios y de los antídotos farmacéuticos tanto en Oriente como en Occidente, y su fama se ha conservado intacta desde la era medieval hasta el Renacimiento, con diversas redacciones, muchísimas traducciones, reelaboraciones breves hasta la imponente edición e impresión del cinqueccento.
Muchas veces, como en el caso de este códice, aparato iconográfico, ordenado alfabéticamente, fue reproducido separadamente del texto y fue empleado como un atlante botánico para el conocimiento de las plantas, con la denominación en muchos casos sustituidas o integradas de aquellas más corrientes y locales. La unión con el texto del Dioscórides queda confiada, como en este códice, a una brevísima anotación de reclamo que queda unida a cada ilustración.
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